jueves, septiembre 04, 2008

Diario de un Violador





El caso es que todos seguimos consumiendo un periodismo podrido, nos tomamos las «noticias» —por llamarlas algo— como una especie de polvillo erótico-siniestro con el que espolvoreamos los cereales del desayuno. Y los comemos mirando estúpidamente los colorines chillones de la pantalla plana de nuestro televisor, zapeando entre centenares de canales que dan programas de veinticuatro horas de noticias, programas de telerrealidad con polis auténticos, programas de telerrealidad con polis falsos... A estas alturas tenemos tan mezclada la realidad con la ficción, nos cuesta tanto separar la ética del crimen, que a veces tenemos que hacer un verdadero esfuerzo para distinguirlos. Los interrogantes planteados por Connell son hoy más proféticos que nunca. ¿Se puede saber qué es lo que estamos consumiendo? ¿No será que nos estamos comiendo vivos a nosotros mismos?


Extracto la introducción de A.M. Homes de Diario de un violador, de Evan S. Connell (Ed. Alfaguara)

Aún no lo he leído. Pero lo haré. Entre los correos electrónicos más interesantes que suelo recibir se encuentran, sin duda, los boletines de novedades de la editorial Alfaguara, que incrementan hasta el infinito mi lista de lecturas pendientes, y la palabra del día, magnífico e interesantísimo servicio que pone a disposición de todos los internautas que lo deseen la página del castellano.
Ambos son un aporte interesantísimo a la lengua y a la cultura en general. La segunda porque sacia la curiosidad al tiempo que la mantiene viva decubriéndonos la fascinante historia tras las palabras. El primero porque siempre presenta autores geniales e historias mágicas y absorbentes. El gran acierto de los boletines Alfaguara es que incluyen las primeras páginas de cada una de sus novedades, y sus títulos suelen ser interesantísimos, de modo que siempre acabo leyendo los comienzos de varias obras y quedándome con ganas de más, porque suelen ser realmente buenos, BUENOS de verdad, originales y confeccionados a base de un brillante uso del lenguaje. Bien es cierto que los acabo olvidando al poco y aunque mi intención es buena, mi lista de lecturas por degustar sigue siendo interminable, seguramente por la inmediatez con que otros títulos acaban cayendo en mis manos.
Eso sí, la proxima vez que disfrute de un placentero paseo entre los estantes de la biblioteca llevaré una lista (que ahora prestan hasta cuatro libros de golpe... ¡cuatro, oiga, estamos que lo tiramos!), y aunque seguro que acabo llevándome los títulos que acudan a mí mediante una suerte de magia entintada, prometo llevarme al menos uno de los de mi lista Alfaguara, he dicho... (y que conste que esta editorial no me paga, ¿eh?)