Espinas Prematuras
¡Verde, verde, verde!
Era una ocasión especial, única. Un brote... ¿de qué? Nadie sabía. ¿Cuándo fue la última vez que alguien contempló una encina o un rosal?
Se bailaron danzas antiguas, eso sí era recordado por algunos, alzando los brazos al cielo, hambrientos de inmensidad, pateando la tierra como venimos haciendo desde hace miles de años, los últimos cientos con más saña que nunca.
Se celebró, en fin, el acontecimiento, como era digno de celebrar. Recordaron el sexo, se miraron con aprensión... ya apenas se tocaban. Había tantos riesgos: la enfermedad, la polución, la podredumbre habían planeado sobre sus conciencias pueriles demasiado tiempo.
Y, ahora, aquel insignificante remedo de vegetal reclamaba de nuevo para sí cuanto de vital existía en el universo, los llamaba a la acción, la saliva y al sudor, hierbajo impertinente, revolucionario de la sangre...
Lo pisotearon, ¿qué importaba? ¿Quién podría esperar a que creciera para disipar sus dudas?
También se prohibió la danza, tanto gasto exaltado de energía no podía ser bueno...
(Mi primera colaboración de ficción en la revista Grada de septiembre. Los títulos no son lo mío, espero mejorar...)
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