sábado, febrero 27, 2010

Hacia praderas azules



Una nunca se acostumbra a lo que esto supone, una nunca se acostumbra al aburrimiento, a que la vida no sea más que esto... Una ni tan siquiera termina de sentirse cómoda entre tres dimensiones, tan lineales, tan entrelazadas y opresivas que una ni sabe de dónde surge el hueco que el cuerpo ocupa. Una nunca se acostumbra a la ausencia de historias, una necesita que le cuenten historias para ser feliz y completa, pero ya no volverán las praderas verdes (las azules en el hogar continúan aunque apenas las visite) ni la piel de oso ante el fuego, ya no volveremos a volar en alas de otros.

Una tiene que empezar a contarse historias a sí misma, hasta el final esta vez, completas y perfectas. No hay más consuelo: el amor y las historias. En ocasiones el amor guarda silencio y es hora de contar historias, sólo eso...

lunes, febrero 08, 2010

Meditando poco y mal

Escribimos cosas que luego no nos atrevemos a publicar por la posibilidad de hacer daño a alguien. Tiene su lado hermoso. Significa que no estamos solos. Tenemos a quien dañar, lo que probablemente significa que somos amados, y que amamos.
Tiene un lado menos agraciado que se traduce en que tememos no ser entendidos, porque por supuesto nuestra intención no es la ofensa. ¿Quién quiere causar tristeza a nadie? ¿Quién quiere causarla a quien amamos?
Tiene una cara insustancial cuando pensamos que a quién le va a importar lo que escribamos. Acabamos preguntándonos si alguien nos lee de verdad. Lo hacen, sin duda, pero nuestro pensamiento nunca toca a los lectores. Leerán rápido, sin pensar, y pasarán a otra cosa.
Yo supongo que seguimos haciéndolo por comunicarnos con nosotros mismos, seguramente los únicos que estamos dispuestos a leernos con pausa y a pensarnos.
Y al final meditamos y nos preguntamos si otra vez más no habremos ofendido a media humanidad con nuestras palabras.