martes, julio 27, 2010

Esto no es un Poema

No sólo quiero vivir contigo,
quiero vivir en ti.

Quiero que entiendas
que mi vida es miserable
si no acudes a mi cama.
Podría ser de cualquier otro modo,
podría no ser Dramática.
No pasa nada:
a veces no vienes conmigo
y sólo es el fin del mundo.
Pues no habré vivido yo apocalipsis...
(los fines del mundo sólo podían escribirse
en minúsculas
si tú no los co-protagonizabas).

Pero entonces,
cuando deje de importarme,
cuando deja de importar...

Esto no sería lo que es
Y estaríamos perdidos.

Y eso, querido mío,
no estoy dispuesto a permitirlo.

Porque tú eres mío
y yo tan tuya
que el sentido de la pertenencia
pierde todo sentido.

Ven.

viernes, julio 16, 2010

Pequeña Autobiografía Amistosa





Reconozcámoslo: empecé cagándola. Tendría unos 9 o 10 años cuando participé en un concurso de dibujo que organizaba el Pequeño País. Tenías que dibujarte con tu mejor amigo, y yo me dibujé en un hermoso y brillante mundo onírico, poblado por criaturas fantásticas, abrazada a un ser neblinoso en cuyo pecho había escrito "Imaginación"(por cierto, nunca entendí por qué no gané, era precioso). Posibles conclusiones: o era una de esas niñas repelentes que siempre han de dar una vuelta de tuerca más a cada concepto, o todo viene de antiguo y no tenía amigos. Quizás ambas son ciertas (como se ve, ya iba apuntando maneras para ser una friki de mayor).

Mi primer recuerdo decepcionante relacionado con la amistad es
este: soy muy pequeña (no sé, estaré en parvulitos, o quizás ya en los primeros cursos de la EGB) y me caigo al suelo en el patio. En ese momento, la reacción de mi primera mejor amiga es reírse de mí, no venir a ayudarme o a ver si estoy bien, se ríe y lo hace cruelmente. Yo lloro, no sé si me he hecho daño o son los frustrantes sentimientos de humillación, decepción y rabia. Esa niña, afortunadamente, iría dejando de ser mi amiga poco a poco, decantándose por otras más "guays", es decir, más pijas y seguras de sí mismas (no sé en los demás colegios, en uno de monjas funciona así).
De modo que siempre he sido una persona bastante solitaria, ya desde niña, tanto que en las épocas en que no tenía amigas en el colegio me pasaba el recreo escondida y sin parar de moverme de un sitio a otro para que nadie me viera sola. Era rarita, vaya. Y aquel colegio era un infierno.

Alrededor de los 11 años de vida me hago con otra mejor amiga. Oh, dioses, a veces era muy divertido ser amigas y a veces era un infierno. Esa tía estaba loca, pero loca de verdad, de psiquiátrico, de intentos de suicidio y todo eso. Era absolutamente posesiva y celosa. Cuando algún chico se fijaba en mí, se liaba con él. Se enrolló con mi primer amor (tendríamos unos 18 o 19 por aquel entonces y no recuerdo si él sigue negándolo); lo intentó con el segundo (algo hubo, pero este fue más listo). No voy a abundar en el tema, sólo resumir que desde los 11 años hasta que la perdí de vista acabamos haciendo pandilla con varias amigas más; tuvimos varias pandillas con chicos también; también tuve otra amiga suicida a la que tenía que esconder las pastillas y estar pendiente de ella... todo muy bonito, vaya.

Está claro que me estoy centrando en la parte negativa, también lo pasé bien, pero quiero dejar claro que he tenido pocas amistades constructivas. Una de ellas, el único nombre propio que citaré: Rocío. La conocí en el instituto: espontánea, alegre, sin complejos, simpática, divertida, sincera... Me iluminó la vida. Yo venía agilipollada del maldito colegio de monjas, y mi primer instituto y la gente que allí conocí me cambió absolutamente la vida. A Rocío la perdí de vista, no sé muy bien por qué nos acabamos alejando, pero desde aquí le doy las gracias por todo (espero que sigas siendo tan genial, Pichu).

Bueno, pues en mi segundo instituto (sí, el descubrir que había otra vida me hizo repetir curso tropecientas veces mientras me volcaba en vivirla y en vivirme) hice un grupo de amigos que fue bastante importante para mí. Al cabo de pocos años la pandilla se rompió por los típicos círculos amorosos, las envidias y las mentiras: que si a este le gusta esta, y a esta el otro, que está enamorado de esta otra... En fin, este grupo, que yo siempre me había esforzado en mantener unido como una madre, se rompió. He de decir que no siempre he elegido a las mejores personas como amigas, he tenido algunos amigos muy mentirosos y muy malas personas, pero yo los quería igual. Supongo que era normal que así todo acabara. Algunos nos mantuvimos unidos hasta que, una vez más, el amor nos apartó. Es extraño ¿no? Como te quiero no puedo estar cerca de ti. Y así es como siempre acabo quedándome sola...

Ahora siento que he de analizarlo. Tengo que encontrar los fallos y averiguar qué es lo que siempre hago mal (¿quizás esperar demasiado?, ¿quizás dar poco?). Además, no puedo aceptar determinados sentimientos sin más porque no casa con mi lógica. Porque si no los analizo no sabré qué quiero. Entonces, a ver: me siento sola. ¿De verdad? No sé... me gusta estar sola. Algo en mí se queja de no tener amigos (aunque alguno tengo), pero hay otro algo, grandote y sombrío, al que le gusta la soledad hasta tal punto que los amigos le parecen en ocasiones un estorbo. Analicemos este hecho: es que, viendo el panorama, igual resulta que la gran mayoría de los amigos que he tenido han sido un estorbo.

Y ahora ya no sé hacer amigos. O a lo mejor sí, y he soltado toda esta perorata autobiográfica adolescente por nada. O igual la algodonosa Imaginación de mi infancia es todo lo que necesito... El caso es que me ha tocado compartir mesa con locos y animales parlantes, y la única esperanza que me queda es tomarme lo mismo que ellos.


miércoles, julio 14, 2010

Vaivenes

A las empresas no les gustan estos vaivenes (lo que me guste o disguste a mí, por cierto, no cuenta). Con vaivenes se refieren a mi legítimo y
fundamentado derecho a cambiar de opinión ante la mudanza de las circunstancias. Vaivenes una vez iniciados los trámites, dicen. A ambas partes todo el tiempo y esfuerzo que les he hecho perder es el de un par de brevísimas conversaciones telefónicas en las que se han encargado de desanimarme. "Ya tenemos a mucha gente", dicen. "Las prácticas se empiezan antes", añaden. Por un lado, me dejan claro que no me necesitan en absoluto, que más bien sería una molestia para ellos. Por otro, me disparan una obviedad. Deben de haberme tomado por una estúpida... Sé que normalmente las prácticas comienzan antes pero, oh, como yo no soy la Empresa me toca hacer uso del tono servil propio del que desea trabajar gratis durante el verano, porque una asignatura de la carrera así lo exige, para explicar mis azares que, claramente, a mi interlocutora le importan tanto como mi existencia, mis ganas o mi posible talento. Bueno, pues yo a las empresas, y a quienes siguen sustentando (la Universidad, por ejemplo) esta especie de idolatración y sumisión ciega hacia este engendro desalmado que es la empresa, les diría "que os jodan, empresas, podría haceros más ricas y mejores, pero no estáis dispuestas a tratar a las personas con un mínimo de dignidad y reconocimiento, ¿verdad? Ni siquiera estáis dispuestas a funcionar bien, a hacer lo mínimamente correcto, a tener al trabajador considerado como merece, con los horarios razonables, los sueldos justos y el trato respetuoso que se ha ganado el que, con su trabajo, y obteniendo una mínima recompensa a cambio, os hace ricos". Porque, bueno, parece que la mayoría de la gente no termina de darse cuenta, pero el principal problema de la economía, lo que nos hace al resto pobres, es el enorme margen de beneficios que el empresario suele reservarse para sí. Si tan solo su codicia estuviera dispuesta a renunciar a una pequeña parte, se obtendrían profesionales más contentos y, por tanto, más eficientes. Pero en fin...

De modo que lo dicho, que os jodan, vosotras no os andáis con medias tintas, sois como un amo viejo que ya no siente la necesidad de la autocensura, pues yo tampoco. A mí me habéis perdido. A mí y a mis miles de ideas, a mí y a mi talento, que lo tengo. Yo me largo a otro país o monto mi propia empresa para hacer las cosas Bien, para demostraros que se puede sin tener que soportar vuestros aires de superioridad. O igual no, igual acabo siendo aquello para lo que las escuelas y universidades nos programan: una trabajadora sin discordancias, sumisa y calladita.