viernes, mayo 12, 2006

Oficios y beneficios

La gente que cree conocerme (que es muy poca) cree también que soy una vaga. Quizás lo sea, no lo niego, pero es más cierto que son mi peculiar modo de ver la vida y de establecer prioridades los que dan pie a tales juicios, sin que por ello sean acertados.
Para empezar, me importa bastante poco el dinero. Lo único que realmente me jode de no tenerlo es que afecta a mi vida social. No puedo quedar con los amigos (que, de hecho, ya ni sé si existen o no), ni mucho menos viajar. También afecta a mi vida cultural y espiritual, mi pobreza es la culpable de que me haya perdido una ocasión única: la exposición Faraón, que creo que aún es posible visitar por unos días en Madrid.
Es un dilema: currar la mayor parte del día seis días a la semana en trabajos de mierda, torturado por la estupidez de superiores verduleros, explotadores, condescendientes y decididamente tontos del culo; cosa que a mí, personalmente, me deprime instantáneamente. Vaya, que no lo aguanto ni una semana, enseguida siento como empiezo a cambiar, la mente parece quedárseme seca, mi imaginación estéril. Mi alma enmudece como si no existiera y, sencillamente, dejo de pensar.
La otra opción, que es renunciar al trabajo y tratar de buscarse algo mejor, no es demasiado práctica, y la convierte a una en una especie de parásito. Los vagos soñadores somos algo así como el último peldaño en la pirámide depredadora social. Incluso los amigos, esos que desaparecen cuando se te acaba el dinero (casi con tanta rapidez como cuando una se echa novio) pero se dejaban invitar de buen grado cuando lo tenías, comienzan a mirarte mal, incluso te lo dicen a la cara, medio en broma: eres una vaguilla, qué perra eres...
El caso es que no es cuestión de vaguería o pereza, no señores, yo estoy en lucha contra estas dos y voy avanzando. La cuestión es que no quiero dejar de soñar, de pensar en lo que me plazca, ni por un instante, para vender seguros o servir mesas durante, como mínimo, ¡ocho horas al día! ¿Quién es el sádico enfermo que inventó estos horarios laborales? Este ritmo de vida es absolutamente antinatural. Y todavía los ciudadanos del mundo "civilizado" piensan que viven muy bien, rodeados de todo tipo de comodidades y demás. ¿A qué precio? ¿merece la pena realmente el gasto absurdo de miles de horas de nuestra única e irrepetible vida?
En fin, yo sé que a mí NO me merece la pena. Mientras trato de encontrar una solución satisfactoria para todos sin que tenga que "suicidar" mi alma...en fin, espero que se tenga un poquito de paciencia conmigo.

3 comentarios:

José Manuel Díez dijo...

Me gusta mucho eso de "los vagos soñadores"... ya sabes que me siento también muy identificado contigo en estos argumentos...

Respecto a tus dudas de los amigos... sabes que conmigo puedes quedar cuando quieras, aunque salgamos sin un duro, siempre habrá conversaciones o poemas que compartir.

Un saludo Laura

P.D: Si quieres, también puedes linkear la revista Versolibre para que te lean en el primer número: http://www.versolibre.es/index.php?option=com_weblinks&catid=14&Itemid=28
(El segundo número ya está en camino)

Laura PD dijo...

Bueno, me temo que quizás exageré o fui algo injusta con lo de los amigos, sobre todo porque lo que se hace por un amigo se hace desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Es sólo que
a veces me gusta ponerme un poco dramática.
Muchas gracias por tu visita, y por estar ahí aunque estés siempre tan liado.

Dr. Azzacov dijo...

La Filosofía nació con la esclavitud. No me imagino a un Grigo cargando piedras de sol a sol para llegar derrotado al fuego del hogar y divagar sobre la esencia de las cosas. Pero el sufrimiento también trae recompensas y ningún diamante brilla si no se le maltrata primero. El sacrificio es una parte amarga de la existencia, pero puede que necesaria como la que más.